mércores, 22 de xaneiro de 2014

En recordo de Manu Leguineche


Unha pequena homenaxe a un dos grandes do periodismo que se foi, cunha entrevista publicada en OviedoDiario en marzo do 2007, e un fragmento do excelente documental 'Oxígeno para vivir', de Georgina Cisquella, sobre outro dos grandes da tribo, Enrique Meneses, falecido no 2012. Leguineche, o 'xefe da tribo', fala sobre o seu oficio con Meneses.

Leguineche: “Vietnam fue una caricatura al lado de Irak"



Es el Kapuscinski español: De Vietnam y Argel a la última Guerra de Irak, el periodista Manu Leguineche (Arrazúa, Vizcaia, 1941) ha retratado, negro sobre blanco, los acontecimientos más importantes de las últimas cuatro décadas. Quien nos recibe en su centenaria casa de Brihuega, una de las paradas de ‘El Viaje a La Alcarria’ de Camilo José Cela, no es un tipo duro cortado por el patrón de Indiana Jones. Más bien pareciera un ermitaño. Con barba de unos días, sin su legendario bigote, se confiesa convaleciente de una dura enfermedad de la que se recupera en cama. Entre tanto, ha parido un libro, ‘El club de los faltos de cariño’ (Seix Barral), rebosante de sensibilidad, donde mezcla recuerdos y detalla su ahora sencilla vida en el entorno rural. Allí ocupa el tiempo entre periódicos amontonados, partidas de mus y escapadas a por setas. Le gusta pasar los días en su jardín de la Casa de Gramáticos, situada en plena Plaza Manu Leguineche, donde está rodeado de Baroja, Delibes, Unamuno, Azorín, Josep Pla y Hemingway: son los nombres de un nogal, un ciprés, unos laureles, un pino, una higuera y un ciruelo. Durante la conversación, poblada de silencios muy prolongados, rebosa humildad y reposo y traslada su análisis con un murmullo de voz muy agudo cuando ironiza. También hay un poso de pesimismo. “Es por el tiempo”, se excusa. “Monotonía de lluvia en los cristales”, que diría Machado. Sobre una mesilla, un libro del gremio: ‘Los ojos de la guerra’.
Na fronte de guerra entre Irán e Iraq 1988
P- “Naces en la aldea y vuelves a ella”, escribe en su último libro. Eso sí, después de dar muchas vueltas por el mundo. ¿Por qué ha elegido Brihuega?
R- Puse un anuncio porque me quería venir a vivir acá. Me hablaron de que se vendía una casa enLa Alcarria, en un pueblo que se llama Cañizar. Recuerdo que fue en el 86, porque yo cuento mi vida por los trabajos que he hecho, y entonces fue la revolución en Manila (Filipinas). Me fui a una casa que estaba en el monte, una casa de piedra con unas cuantas hectáreas, de un inglés que cuando vino la sequía se marchó a Gandía o no sé dónde. Me dijo el inmobiliario que me la vendió: ‘Usted verá, se puede sacar agua. Ahora, lo que no hay es luz. Era de un señor inglés muy excéntrico’. Yo contesté: ‘Si hay algo más excéntrico que un inglés, es un vasco’.
La vuelta de tuerca.
Sí, sí. Y la ví y me la compré. Estuve allí viviendo fines de semana y días de fiesta y estaba muy contento en medio del monte con los animalitos. Fue Camilo José Cela quien me recomendó que allí no podía vivir, que no había facilidades aunque fuese hermoso. Me dijo que le habían ofrecido una casa muy buena en Brihuega, donde vivió el amor platónico de Juan Ramón Jiménez. Pasé de allí a aquí, algo a medio camino entre la ciudad y el pueblo. Quería vivir en el campo, pero aquí te traen el periódico, tienes farmacias, médico… es pequeño y me gusta. Y aquí seguimos. Siempre he vivido en el campo, desde mi juventud.
De aquí han salido personajes muy marcados del libro, como un nogal que se llama Pío Baroja, un pato, su gata Muki y gentes sencillas. Da la impresión de que es un libro con una mirada muy limpia a las cosas sencillas y próximas.
Exactamente, ésa es la idea. Ya publiqué un libro parecido, ‘La felicidad de la tierra’, que eran mis experiencias en ese monte que he dicho deLa Mata.Medije: ¿Y ahora qué voy a hacer? Pues no iba a escribir un libro sobre una batalla contemporánea… Quería escribir algo sobre mi entorno y sobre mi vida por aquí, una vida más sencilla, rural, cómo era la gente que iba conociendo.
Parece que ha pasado de contar lo que pasa por el mundo a describir cómo se vive este otro mundo rural.
Yo quería huir un poco de ese tipo de literatura, ensayo o cómo se llame lo que he hecho. Por eso escribí ‘La felicidad de la tierra’. Me quedé con material para completar, con esos personajes que vas encontrando, como el jardinero, los pequeños viajes por los pueblos de por aquí y algunos episodios que se recuerdan dela GuerraCivil.
En Afganistán en 1965

Por cierto, los últimos de la generación que vivió directamente la Guerra Civil se están muriendo. No sé si hemos conseguido guardar bien sus testimonios, su experiencia en primera persona.
No toda. En algunos sitios sigue muy viva y la verdad es que puede sorprender, siendo un hecho que ocurrió hace ya setenta años. Quedan personajes vivos ahora muy mayores. Yo mismo escribí un libro que se llama ‘Los topos’, que recogía la tragedia de quienes tuvieron que esconderse por temor a las represalias de los vencedores, con un paisaje humano sobre cómo han vivido, qué ha cambiado en ellos, y ésa es un poco la idea también ahora, de algo más cercano a tí que la batalla en Singapur. Este último libro si lo hubiese cuidado más y hubiese tenido más tiempo habría quedado mejor pero fue por causas extemporáneas. Un libro se escribe, se termina y se corrige, pero bueno, ha salido y ya está.
Comienza ‘El club de los faltos de cariño’ con la palabra “misterio”. Un término rico en matices, que sugiere los albores de la vida, el motor que mueve a leer una buena novela… ¿qué le ha sugerido esta palabra?
Nada (risas). Es un poco ‘snob’. No sé por qué arranqué así el libro. Misterio, en realidad, porque descubría un pavo real en el jardín y me pregunté qué hacía allí ese bicho, si venía de Persia o de dónde.
En plena publicación de este libro ha muerto el reportero polaco Ryszard Kapuscinski. La ‘tribu’ está de luto. ¿Cómo querría usted recordarle?
Era la contrafigura del periodista americano que viaja en grandes hoteles y con grandes presupuestos, con televisiones de grandes equipos. Kapuscinski vino de un país comunista y triunfó por su entusiasmo, su fe y su compasión por esos pueblos de África donde fue con una agencia polaca, lo que le obligó a trabajar en condiciones muy modestas, pero muy humanas también. Ha sido un reportero genial. Genial. Yo le recuerdo como un buen amigo y un reportero modesto, no iba por ahí para ganar dinero, pasó muchos padecimientos, con condiciones muy precarias, porque su agencia polaca no erala AssociatedPress, France Press, ni siquiera Efe. Sobre todo adquirió una notoriedad muy temprana con su libro del ‘sha’ de Irán, que tenía todas las características de su obra: sobre todo, una curiosidad y afición a los detalles, más bien irónicos, que no sarcásticos. Era un hombre muy humano, porque siempre se movía esperanzado y escéptico. Cuando leí por primera vez ‘El Sha’ me dije: ‘Este tipo viene de otro mundo’. ¡Cómo ridiculizaba a este personaje, todo un emperador, con una perspectiva muy original y muy irónica! Ofrecí el libro y no lo quería ninguna editorial, hasta que Anagrama sí supo ver lo que otras editoriales de Madrid no: estábamos ante un autor genial.
Sin embargo, la mayoría de los libros que se han escrito de vuelta de la última Guerra de Irak, ponen al periodista como protagonista, más que las vivencias de las gentes del país. Han hecho un libro de sí mismos.
Sí. Hay dos formas de enfocarlo: una es decir que soy un genio porque he visto todo esto, que es el exhibicionista. Otra forma es ver esa realidad, extrayendo lo más extraño y lo que va definiendo al personaje a través del universo en el que vive, el emperador con sus jaulas de leones, donde hay una mirada que no tiene nada que ver con el exhibicionismo. Kapu está ahí porque descubre las claves de cómo un dictador hace el ridículo, mientras enfrenta su mundo caprichoso con el de la miseria de la población, que lleva una vida horrible.
Tenía también algo en común con usted y con otros enviados especiales a conflictos como Maruja Torres: ponerse siempre del lado de la víctima. La historia la escriben los vencedores. ¿El periodismo es el consuelo de los vencidos?
Eso es verdad. Los periodistas debemos estar con los que sufren la guerra. Eso lo hizo también Kapuscinski, con su mirada compasiva y solidaria con los que sufrían. Y luego el detalle: él sabía descubrir el clima de la batalla, veía cosas que los demás no veíamos. Con ironía compasiva, como digo. También le caracterizó su honradez, cuando la guerra tiende a magnificar las cosas.
No sé si sabía usted que en Oviedo, cuando llegó para recoger el Príncipe de Asturias, lo primero que hizo fue preguntar por Manu Leguineche.
No tenía ni idea… (pensativo, guarda un largo silencio). Me parece muy emocionante.
Hablamos de Kapuscinski, pero también de usted y de quienes comulgan con su forma de hacer periodismo, cada vez menos habitual. Así ocurrió en la última Guerra de Irak.
¡Yo salí de allí espantado! No se ha visto cosa igual. No tiene que ver con nada que yo haya visto, no veo comparación con ninguno de los conflictos modernos, porque Vietnam a su lado fue una caricatura. Esta es una guerra sucia y sectorial en la que nadie sabe nada, el choque más cruel. No es una guerra, es una carnicería. Aquí se matan a destajo y es una sangría interminable. Ocurre igual ahora, desayunarse cada día con cincuenta, ochenta o cien muertos, de la manera más cruel. Y, desde luego, Sadam Hussein, que en la primera Guerra de Irak me mandó a la frontera jordana en el peor autobús que tenía, para prolongar mi tortura por el desierto, ha muerto de una forma macabra, propia de lo que es moralmente esta guerra. Si pensaban que se iba a resolver el problema, ya se ha visto que no.
El derribo de la estatua de Sadam, con un aire muy dramatizado, muestra cómo han cambiado las cosas, con una retransmisión en directo.
En las redacciones se ve en términos dramatizantes. Para ver que ha caído un régimen se ve en una estatua. Le pasó al anterior ‘sha’, también le tiraron las estatuas. Pero creo que como final de un hombre, el de Sadam ha sido todavía más dramático, con las imágenes de la horca.
¿Por qué cree que realmente se emprendió esta guerra?
En EE UU había una corriente que decía que había sufrido un desplante del que un día fue su aliado. Pero ha sido peor el remedio que la enfermedad. Están acostumbrados a resolver las cosas a su manera, instaurar una democracia y todo eso.
¿Pero realmente piensa que se hizo por eso, no hubo algún otro motivo y se vendió este otro ante la opinión pública?
Ellos son así, están convencidos de que pueden arreglar el mundo a su manera, pero a veces no saben cómo. Las guerras las ganan, pero no las ganan. Poner orden en el tablero mundial es muy difícil. Ahora quieren enviar más soldados, cuando parece lógico que quisieran retirarlos. La primera potencia del mundo no sólo no lo arregla, sino que lo empeora. Ocurre también con Oriente Próximo, donde ya hasta se pelean entre los palestinos y uno no ve la luz al final del túnel, como se decía en Vietnam.
Hay demasiados frentes abiertos sin solucionar: Irak, Afganistán, Líbano, Palestina… La ONU y la UE ponen buenas palabras, pero no se soluciona nada.
Nada de nada, sólo humo. No hay quien lo pare. Han sido muchos años de ir por allí, de país en país, y vivir en el año 2007 con todas estas cosas es descorazonador. Hay muchas fórmulas mágicas, pero sólo asistimos a ese espectáculo continuo de fracasos, uno detrás de otro. Esa luz al final del túnel no aparece del todo.
Hablando de sus muchos viajes, ahora se ofertan viajes espaciales. ¿Le atraen?
Yo tengo objetivos más sencillos. Siento poca curiosidad por lo que no pase en este mundo y el cielo se puede ver con un catalejo. Aunque no hay que desdeñar experiencias nuevas, ésta no es de las que me atraen, porque ya hemos visto lo que hay más allá: un poco de polvo lunar y poco más que lleve a emprender el viaje. Al final, la vida se reduce a un pueblo como éste, castellano y hermoso, y una forma de vida como me gustan a mí las cosas: sencillas y cotidianas, sin hacer frente al tráfico de Madrid.
De todas sus experiencias profesionales, ¿cuál es aquella que más se alegra de no habérsela perdido?
Yo no soy nada filatélico ni colecciono guerras, que no me gustan. Hay varias, comola Guerrade Irán e Irak, con un millón de muertos, donde estuve en varias fases; también con los sandinistas, la revolución de Portugal, las guerras árabe-israelíes… son muchas. Sí es cierto que he sido un privilegiado por acudir a estos conflictos, igual un viaje del Papa, que un golpe de Estado o un terremoto. No sé si habrá servido para algo.
Le invito a que se suba en la máquina del tiempo de George H. Wells: marque una fecha y hagamos una crónica del acontecimiento.
Uff… Todos los periodos han tenido algo que contar, hastala Edadde Piedra.
¿Hacemos entonces la primera crónica?
Sí, pero así sucesivamente:la RevoluciónFrancesa, las guerras mundiales… En realidad, cuando un reportero tiene curiosidad debe elegir lo más sobresaliente. Pero yo no pude ir a algunas batallas que hubiera querido, porque no estaba en este mundo. Me dijo Arturo Pérez Reverte: ‘¡Qué envidia! Tú estuviste en Vietnam’, como si esto fuera una colección de sellos. Yo le dije: ‘no pudiste ir a la guerra de Vietnam porque cuando estábamos allí, tú estabas haciendo la primera comunión’.
Si tuviera que hacer un perfil de sí mismo ¿cómo lo titularía?
Pues… Reportero en todas las guerras, para nada.
Para algo habrá servido.
Esa es la realidad. Tantos años… he conseguido conocer la historia desde dentro, pero no he sido más que una mosca paseándose por ahí. Miras atrás y no vas a renegar de ello, en absoluto, no he sido feliz en las guerras, pero sí lo he sido en mi trabajo, que consiste en contar lo que he visto.
Le quedará la satisfacción personal del trabajo bien hecho y los muchísimos premios…
Premios sí, muchos, pero porque el jurado siempre era amigo. Esto es rigurosamente cierto.
¿Cómo ha vivido los últimos acontecimientos del País Vasco? ¿Era de los que consideraba que esta vez sí podía ser?
Estoy apenado, me duele mucho que otra vez haya terminado así. Sí, tenía una leve esperanza, sin olvidar lo que ya había pasado, eso de que la historia se repite. El resultado ha sido muy triste.
¿Y ahora qué?
Si los periodistas nos ponemos a vaticinar, hacemos un papelón muy malo.
Pero más bien es intentar analizar la situación, porque algo habrá que hacer, alguna postura hay que adoptar…
El escenario es muy confuso, muy difícil de explicar. Está todo paralizado en medio de tanta batalla. Me gustaría que se arreglase de una vez, pero creo que tiene difícil arreglo. A ver si ahora la poca esperanza que había puede avivar un rescoldo de paz. Lo que uno se pregunta es cómo es posible que en pleno siglo XXI haya tanto deterioro… Las guerras te enseñan que sólo sirven para destruir la vida, pero bastantes problemas tiene ya el hombre: el calentamiento climático, la degradación de aspectos elementales como la pobreza… Ya sabemos que las catástrofes naturales se producen por la acción del hombre.
Veo mucho pesimismo en su diagnóstico.
¡Quiere uno ser optimista, pero no le dan oportunidades! Por ejemplo, en poco tiempo se derretirá el Polo Norte. Esta es mi forma de ver las cosas, no sé si dará tiempo a cambiarlas. Llegan incluso hasta este rincón deLa Alcarria, uno ya no puede librarse. Ya han dicho que subirán hasta seis grados las temperaturas, que crecerá el nivel del mar… Nos afecta, esto no es una guerra lejana, hay que tomárselo en serio.

sábado, 18 de xaneiro de 2014

Compañía K, de William March


William March naceu en 1893, cursou a carreira de Dereito e, cando Estados Unidos entrou na I Guerra Mundial en 1917, alistouse no Corpo de Marines, participando en distintas batallas en Francia, recibindo condecoracións pola súa actuación na fronte. Despois da guerra traballou de executivo, e en 1933 publicou Compañía K, iniciando unha carreira como escritor. Morreu en 1954.
De entrada, dous aspectos me sorprenderon desta novela: a súa estrutura e a data da súa publicación. O libro componse coas testemuñas de 113 soldados, breves e sinxelas, conformando un conxunto extraordinariamente coherente e orixinal, que lle dá un carácter moderno, atemporal. Ambientado na Grande Guerra, podemos situalo en calquera guerra. A protagonista é a morte, ameaza constante para todos os homes embarcados nos eternos conflitos armados. O único obxectivo é sobrevivir ao absurdo e a barbarie, aínda que tamén haxa que matar.
Esta auténtica obra mestra só puido ser escrita por alguén que estivo nas trincheiras. March recorre a episodios case anecdóticos, contados en primeira persoa por soldados (algúns falan despois de mortos) que nos contan distintas experiencias e sensacións, que encaixan perfectamente ata constituír unha perfecta alegación antibelicista. Arrepiante tanto polo contido como pola facilidade coa que pasamos as páxinas. É este outro dos grandes méritos do autor, consegue facernos sentir o sufrimento dos soldados e o desatino das guerras sen dramatismos nin discursos, e ademais entretenos e engánchanos desde o principio. Isto é o que hai, isto é a guerra (antes e agora).
Unos minutos más y entraremos a atacar. Oigo el tictac de mi reloj. Este silencio es peor que el bombardeo en sí. Nunca he estado bajo fuego enemigo y desconozco si podré soportarlo. No imaginaba que fuera a ser así. Quiero dar media vuelta y echar a correr. Supongo que soy un cobarde.
Non hai batallas, case nin hai un marco xeográfico, todo se centra nas impresións do vivido polos soldados. Hainos desapiadados, hainos fríos coma unha navalla, adaptados ao medio, pero a maioría reflicte a dor física e moral provocada pola matanza. E ao mesmo tempo, aí está tamén a fascinación polo extraordinario fronte a aburrida, e angustiosa, vida cotiá. Desde ao alistamento ata o campo de batalla, onde se sofre e se morre, todo é novo, fóra do común. Por iso todos quedan marcados pola experiencia traumática, e volver á rutina non é fácil. Cruzamos o océano, padecemos, matamos... para nada. Nada cambiou, só nós.
Nas trincheiras todo son palabras baleiras: patria, valores, Deus. Os inimigos (tan humanos coma nós) loitan polo mesmo, e todos rezan pola aniquilación do contrario. Pero non se pode escapar da mentira, a loita continúa, e escríbense cartas aos familiares dos soldados mortos onde se oculta o horrible e todo se enmascara coas mesmas palabras falsas e grandilocuentes. A pantomima continúa.
Estaba sentado en el despacho de la compañía escribiendo las cartas (...). Concedí a cada hombre una muerte gloriosa y romántica con unas últimas palabras pertinentes, pero al cabo de unas treinta cartas yo mismo me atragantaba con las mentiras que estaba contando. Decidí que en al menos una de las cartas diría la verdad, y esto es lo que escribí:“(...) Vivió como un animal asustado, pasando frío y hambre. Entonces, el día 6 de junio, le alcanzó un pedazo de metralla y sufrió dolores horrorosos mientras agonizaba lentamente. Nadie hubiese creído que pudiera sobrevivir aquellas tres horas, pero así fue. Pasó tres horas enteras entre gritos y maldiciones. Verá, no tenía nada a lo que aferrarse: había aprendido hacía tiempo que lo que usted misma, su madre, que tanto lo quería, le había enseñado a creer mediante unos sustantivos tan inanes como honor, valentía y patriotismo era una enorme mentira…”(...)
Me levanté, me eché a reír y rompí en pedazos la carta que acababa de escribir.
Unha estrutura narrativa áxil, orixinal, con poucas palabras, só as xustas para co sinxelo construír a mensaxe universal das (baixas) paixóns humanas. A gran pregunta é porque persoas (como William March), preparadas e coñecedoras das trampas, se presentan voluntarios e participan con entusiasmo na loucura colectiva. Hoxe e sempre só uns poucos son quen de negarse a matar a outros seres humanos cando a propaganda patrioteira invade a sociedade. As mulleres e homes que desertan son os verdadeiros heroes, o exemplo a seguir, pero a eles non se lle fan honores nin se lle levantan monumentos.

Un libro redondo, polo que narra e como o narra, que paga a pena ler máis dunha vez... A ver se aprendemos!!

Entonces me acordé de lo que me había dicho mi antiguo sargento de instrucción cuando todavía estaba en el campamento militar: 'A los soldados no les corresponde pensar –dijo-. En teoría, si supieran pensar no serían soldados. Los soldados tienen que limitarse a cumplir lo que se les dice y dejar que piensen los oficiales superiores'.'Bueno –me dije-, me imagino que no es asunto mío. Supongo que estoy aquí para cumplir órdenes'.

xoves, 16 de xaneiro de 2014

La guerra contra las mujeres, de Hernán Zin


O documental ‘La guerra contra las mujeres’, dirixido por Hernán Zin foi estreado no programa Documentos TV da TVE2, o pasado 1 de decembro do 2013.
Trata sobre as mulleres que padecen a guerra, vítimas invisibles en moitas ocasións das atrocidades cometidas polos machos armados. A violación como un arma máis coa que humillar e vencer ao inimigo.
Detrás deste excelente documental hai tres anos de traballo en dez países de África, Europa e América, estando protagonizado por 11 mulleres, vítimas da violencia sexual. De Bosnia ao Congo a violación de nenas e mulleres ten sido utilizada como unha estratexia de éxito nos conflitos armados, destruíndo a dignidade das mulleres e estendendo o medo na sociedade da que forman parte, pero só se considera un dano colateral.
Moitos destes crimes permanecen impunes e, as poucas condenas que se teñen producido son mínimas en relación ao dano ocasionado. Este documental pretende denunciar dita impunidade e a pasividade das institucións e da sociedade ante o uso do corpo das mulleres como un arma de guerra. É tamén unha homenaxe a todas esas mulleres que loitan por recuperar a súa dignidade e ás que traballan xunto a elas e reclaman xustiza.
En La guerra contra las mujeres soa unha canción de Bebe, composta para este filme e adicado ás protagonistas, ‘César debe morir’.



Aproveito para recomendar un filme de ficción sobre esta barbarie na Guerra de Bosnia: Grbavica, el secreto de Esma.

Encerráronme con 60 mulleres. Alí violáronme por primeira vez. Tiña 15 anos. (Leila, moza bosníaca).
Cando unha nena ou muller ten sido obxecto de violencia sexual, pensa ca súa vida terminou e lamenta non ter morto no acto. (Celine Kamwanya, psicóloga congolesa que traballa coas vítimas das guerras do Congo e Ruanda).